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ReseƱa: "18 Brumario de Luis Bonaparte"



Escuela Permanente Carlos Alberto Pedraza - EPCAP.

Centro de Pensameinto y TeorĆ­a CrĆ­tica - PRAXIS.


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El 18 Brumario de Luis Bonaparte es una de las obras políticas mÔs relevantes de Karl Marx y una aplicación ejemplar de su método materialista histórico. Publicada en 1852, esta obra constituye una crítica aguda a los acontecimientos que rodearon el golpe de Estado del 2 de diciembre de 1851 en Francia, donde Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón Bonaparte, disolvió por la fuerza la Asamblea Nacional Francesa y se proclamó emperador. MÔs que un relato histórico, Marx realiza una anÔlisis de clase, desmitificando las ilusiones ideológicas y dejando al descubierto las contradicciones materiales que determinaron ese acontecimiento.


La famosa afirmación con la que inicia el texto —inspirada en Hegel—, de que los grandes hechos de la historia se repiten dos veces, "una vez como tragedia, otra como farsa", es el punto de partida para comprender el proceso francĆ©s como una repetición grotesca de la Revolución Francesa de 1789 y el ascenso del primer Napoleón. El sobrino representa una caricatura del tĆ­o y el golpe de Estado de 1851 una farsa de la gesta heroica de la revolución burguesa. Para Marx, los actores del drama de 1848-1851 no son protagonistas conscientes de la historia, sino mĆ”scaras que repiten frases del pasado sin comprender su contexto actual, estructurando una dinĆ”mica reproductiva en el plano de lo ideológico que condiciona el alcance y los acontecimientos desarrollados .


Marx sostiene que los hombres hacen su propia historia, pero no bajo circunstancias libremente escogidas, sino bajo condiciones heredadas de los procesos históricos. Es decir, el sujeto histórico estÔ condicionado por las estructuras materiales existentes así como  por las relaciones sociales de producción. Este principio metodológico se encarna en el anÔlisis concreto de Francia donde la revolución de febrero de 1848 derrocó a la monarquía de Luis Felipe de Orleans, instaurando una república que rÔpidamente fue capturada por la burguesía. En el curso de tres años, esa misma república degeneró en una dictadura bonapartista, reflejando el equilibrio inestable de una sociedad desgarrada por la lucha de clases.


El ascenso de Luis Bonaparte no se explica por sus cualidades personales, sino por el debilitamiento de todas las clases sociales. Marx presenta una cartografía de clases: el proletariado industrial, vanguardia de la revolución, pero derrotado en junio de 1848; la burguesía industrial y financiera, dominante pero temerosa de la acción popular; la pequeña burguesía democrÔtica, vacilante y oportunista; el campesinado parcelario, mayoría de la población, conservador y políticamente pasivo; y el lumpemproletariado, masa desclasada instrumentalizada por el bonapartismo. Estas fracciones sociales, incapaces de articular un bloque histórico estable, crean un vacío de poder que permite la aparición de un poder estatal aparentemente por encima de las clases.


El golpe de Estado es la culminación de una serie de derrotas y claudicaciones. En junio de 1848, el proletariado de París protagonizó una insurrección contra la represión burguesa. Esta fue sofocada por el general Cavaignac, en nombre del orden republicano. Marx define esta insurrección como la primera gran guerra civil entre burguesía y proletariado en Europa, siendo su derrota el marcó del fin de las esperanzas inmediatas de transformación social y evidenció la incapacidad del proletariado de convertirse aún en clase dominante. Esta derrota no fue gratuita, desnudó el carÔcter de clase del Estado burgués y de la democracia liberal.


Luego de esta insurrección la república burguesa se reveló como un instrumento de dominación de clase. Lejos de representar la voluntad popular se convirtió en la forma institucional bajo la cual la burguesía preservaba sus privilegios. Los republicanos del partido del orden, que incluían a orleanistas, legitimistas y republicanos moderados, promovieron una represión sistemÔtica de cualquier organización obrera y democrÔtica. Bajo el pretexto de salvaguardar la propiedad, la familia, la religión y el orden, impusieron el estado de sitio, censura a la prensa, disolución de clubs y persecución de dirigentes populares. La Constitución de 1848, si bien reconocía formalmente derechos democrÔticos, incluía mecanismos para su anulación en nombre de la seguridad pública.


En este contexto, Luis Bonaparte fue elegido presidente en diciembre de 1848, con el respaldo de mÔs de cinco millones de votos. Este resultado no fue un triunfo ideológico, sino un síntoma de la descomposición de la república burguesa. El campesinado, mayoría de la población, votó masivamente por Bonaparte, impulsado por el recuerdo de su tío, por promesas vagas de orden y por una aspiración mítica de estabilidad. Para Marx, el campesinado parcelario representa una clase aislada, carente de conciencia colectiva, incapaz de representarse a sí misma. Es esta fragmentación la que lo hace presa fÔcil de figuras carismÔticas que se presentan como sus salvadores.


Bonaparte se consolidó como una figura de equilibrio inestable, apoyado por distintos sectores: los campesinos, el lumpemproletariado organizado en la Sociedad del 10 de diciembre, parte del ejército y sectores de la burguesía que preferían un poder ejecutivo fuerte para reprimir el desorden. En su prÔctica política, Bonaparte mostró una habilidad cínica para manipular a todas las clases. Prometió reformas sociales a los obreros, amnistía a los legitimistas, prosperidad al campesinado y estabilidad a la burguesía. Sin embargo, su verdadero contenido era la restauración del dominio capitalista bajo formas despóticas.


A lo largo de 1849 y 1850, las tensiones entre la Asamblea Legislativa y Bonaparte aumentaron. El "partido del orden" quería limitar el poder presidencial, pero ya había destruido las bases democrÔticas que podían frenar su ascenso. Había liquidado el sufragio universal, perseguido a los demócratas y aplastado al proletariado. En su miedo a la revolución, la burguesía había creado las condiciones para su propia ruina política. Bonaparte se presentó como defensor del pueblo frente a una asamblea elitista y desconectada. Finalmente, el 2 de diciembre de 1851, Bonaparte disolvió la Asamblea, proclamó el estado de sitio y convocó un plebiscito para legitimar su acción. Recibió el apoyo mayoritario del pueblo, que votó por estabilidad y orden.


Para Marx, el bonapartismo no representa a una clase en particular, sino que es la forma en que se expresa el dominio del capital cuando la burguesía no puede gobernar directamente. Es el resultado de un equilibrio entre clases en lucha, cuando ninguna puede imponerse completamente. En este contexto, el aparato estatal adquiere una autonomía relativa, pero no deja de ser un instrumento de dominación de clase. El bonapartismo se apoya en el ejército, la burocracia, la policía, y se presenta como neutral, como defensor de los intereses generales de la nación. Pero en realidad, garantiza la reproducción de las condiciones de explotación capitalista.


Una de las contribuciones teóricas mÔs importantes del texto es la crítica al Estado. Marx señala que todas las revoluciones anteriores se habían limitado a apoderarse del aparato estatal para utilizarlo en beneficio de una nueva clase dominante. El proletariado no puede repetir ese error. No basta con conquistar el poder político: hay que destruir el Estado burgués, desmantelar su burocracia, su ejército permanente, su estructura represiva. Esta idea, que luego se desarrollarÔ en "La guerra civil en Francia" y otros textos, marca una ruptura definitiva con las formas políticas de la democracia burguesa.


El bonapartismo también revela el papel de la ideología como forma de dominación. Bonaparte utiliza el lenguaje de la revolución, los símbolos del pasado, la retórica del patriotismo, para justificar un orden profundamente regresivo. Marx muestra cómo la representación simbólica puede desviar la atención del contenido real de las relaciones sociales. El nombre "Bonaparte", la invocación de la gloria imperial, los plebiscitos populares, son formas ideológicas que enmascaran una dictadura del capital. En ese sentido, el "18 Brumario" es también una crítica a la alienación política y al fetichismo del poder estatal.


La enseñanza estratégica para el proletariado es clara: no puede confiar en alianzas inestables con la pequeña burguesía o con fracciones democrÔticas de la burguesía. Debe construir su propia organización autónoma, desarrollar su conciencia de clase, forjar una estrategia revolucionaria independiente. La historia no garantiza el triunfo del proletariado, pero ofrece las condiciones materiales para su emancipación, si no aprovecha esas condiciones, otros sectores ocuparÔn el vacío, como lo hizo Bonaparte, restaurando el orden bajo formas despóticas.


En este orden de ideas, el 18 Brumario de Luis Bonaparte no es sólo una crónica de un golpe de Estado, es una radiografía de las relaciones de clase, una crítica del Estado burgués, una teoría del bonapartismo como forma del poder en un momento histórico y una lección estratégica para el proletariado. Su vigencia reside en su capacidad para desenmascarar los mecanismos por los cuales las clases dominantes perpetúan su poder, incluso cuando parecen retirarse de la escena. En tiempos de crisis, cuando las contradicciones de clase se agudizan y el orden burgués tambalea, es posible que surjan nuevos bonapartismos, nuevas farsas históricas disfrazadas de redención para los explotados. Frente a ello, la tarea del proletariado sigue siendo la misma: destruir el aparato estatal burgués, abolir las clases sociales y construir una sociedad verdaderamente emancipada.

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